CONTRA EL ARTISTA

En un tiempo en que ciertos sectores son objeto continuo de
critica y dardo (los políticos, por ejemplo) hay otros sectores que
duermen en el beneplácito del silencio o, quizás, de la indiferencia.
¿Que pasa con los artistas?
Profesión compleja de limites difusos y con polisemias de difícil
concreción. ¿Como tener minimamente delimitado el campo cuando
hablamos de arte?
El uso popular del termino artista contamina la cocina, la
canción popular, el toreo, el deporte y la pintura. En ese uso, artista
es aquel que denota una habilidad superlativa, habilidad que provoca
(en ella misma o en sus obras) emoción y admiración. Y ese
elemento diferencial conlleva prestigio social, identidad personal,
éxito.
No creo ir muy descaminado si afirmo que este es el concepto
mas generalizado de lo que la gente entiende por artista, y con ello
no quiero decir que estén equivocados. (En ello radica la facilidad
con que ciertos espectadores desacreditan, por ejemplo, la pintura
abstracta: no ven en ella habilidad y no les provoca emoción, y se
sienten ofendidos cuando se apela al reconocimiento critico y
académico de dicha pintura).
En la historia larga del concepto arte, esa idea de habilidad, de
"tecnè" que decían los griegos, ha sido preponderante.
Ya sabemos que la idea de artista como genio, como personaje
intelectualmente relevante tiene una primera aparición en el
Renacimiento italiano, y una instauración definitiva con la Ilustración
y el Romanticismo burgués.
Y conviven hoy (simplificando un poco) ese concepto de
habilidad con el concepto de genio, genialidad que se plantea
indisolublemente ligada a una idea del "yo", del sujeto creador.
Afirmar el yo, la preponderancia del individuo fue una
reivindicación básica, fundamental, de la victoria sobre "l'ancien
régime" (la aristocracia y el feudalismo con sus derechos de sangre,
su clasismo y su autoritarismo) y la consiguiente aparición de una
incipiente democracia: un hombre, un voto.
Enfrente a una casi mítica presencia de las dinastías, de los
linajes, apareció como motor de la nueva economía la fuerza
emprendedora del individuo, gracias a un sistema de mercado
tremendamente dinámico con su consiguiente capacidad innovadora
y una deificación del progreso como ideología quasi sacra.
Inventores, empresarios, científicos, artistas y, en menor
medida, políticos, fueron la materialización del nuevo Olimpo de los
referentes sociales del éxito. Y en todos ellos la constante de su
epopeya personal e individual claramente desmarcada de la
ausencia de facilidades fruto de la herencia: el "self made man" (en
el ambiente burgués el ser "hijo de" conlleva un cierto descrédito).
El hombre, la mujer que se hacen así mismos, que crean
nuevos paradigmas, que abren puertas a nuevas actitudes (¿nuevos
negocios?), gentes creativas en suma. Entonces aparece el termino
artista como concepto que simboliza, que hace suya toda la mítica
del nuevo individuo, del hombre nuevo.
"Viajero contemplando un mar de nubes" (1818) de Caspar D.
Friedrich visualiza al hombre moderno por encima de todo, seguro
con sus atributos ilustrados, y es a la vez la imagen del artista, que
subirá con su máxima libertad a las cimas de la genialidad y también
recorrerá los inframundos de la miseria y la locura. Porque el artista
moderno va indisolublemente asociado a la biografía torturada, a la
locura, la soledad y la incomprensión, un tópico que no soporta la
constatación estadística de las historias reales de los protagonistas:
son excepción los locos y los que no vendieron un cuadro en su vida,
y ya basta de citar al pobre Van Gogh.
Pero en la mitología mediática es necesario seguir alimentando
esta idea, y no se entendería que el artista fuera un honesto
individuo con horarios regulares, ambiente familiar estable, y unas
finanzas atravesadas por las mismas dificultades que cualquier hijo
de vecino. Si el artista y su obra (sobre todo su obra) han de ser fruto
de una consideración excepcional, su biografía ha de serlo. Porque
su valor se basa en dos pilares: la libertad de creación y la
singularidad de lo creado. Estos dos pilares garantizan unas
características a su obra que como producto financiero lo hacen
único y lo coloca en el disparadero de una especulación por encima
de la lógica de una oferta y demanda previsible y controlable. Si
cualquier otro producto esta sujeto a las tensiones de su escasez o
abundancia, y a su necesaria demanda (la necesidad que de él
tenemos), el mercado del arte navega en el intangible mundo de una
necesidad inexistente (el arte no es útil) y en una escasez basada en
el mito de la biografía del artista y sus contingencias. Es como unas
reservas de petróleo de las que no hubiera manera de calcular su
cantidad ni la dependencia industrial que de ellas tuviéramos.
Y así tenemos que mientras durante las vanguardias artísticas
el debate sobre la función del arte, su compromiso, su
responsabilidad sobre la vida, fueron temas que llenaban paginas y
horas de debate, y animaban cada nueva pincelada o compromiso
con la creación, hoy en día el debate conceptual es superficial, y el
poco que hay solo sirve para justificar el discurso de los comisarios y
los responsables de instituciones museísticas, porque la critica de
arte ligada a las exposiciones ha desaparecido.
En las escuelas de arte se enseña el "pinta lo que quieras"
junto con una sutil recomendación de "arrímate al comisario que
mejor te cobije", todo ello escondido detrás de un supuesto debate
sobre arte conceptual versus arte de oficio, nuevos medios y una
carrera desenfrenada por el manejo del google a la búsqueda del
ultimo "gesto" plástico (ellos dicen movimiento, cuando son modas).
Y en este panorama después de la batalla (metafóricamente, el
final de los 70 con el cul de sac del arte conceptual) la palabra que
emerge por antonomasia es la de artista: hemos de definirnos como
artistas, no como escultores, pintores, joyeros, fotógrafos, etc.
Es una acción inteligente para participar en una carrera en la
que nadie tiene claro ni las reglas ni el vehículo, y sí el premio.
Autodenominarse artista implica moverse en el terreno excelso
de la creación, sin ligaduras a oficio sino a estatus. Tanto es así que
cuando se hace un estudio sobre la situación de las artes plásticas
en Catalunya (2000) y el autor se pregunta que es un artista (para
poder luego encontrarlos, tasarlos y analizar su situación), concluye
que la definición mas operativa es la que dice: "artista es aquel que
un tercero dice que es artista": ¿hay algún otro sector o profesión
que se base en una calificación parecida? ¿es ello una prueba de su
salud, de su libertad, o lo es del caos y del descrédito? ¿esta
definición, deja a los artistas en una situación inmejorable para
subvertir el sistema y erigirse en paladines de la revolución?
Si intentamos describir la actualidad del trabajo de los artistas
centrándonos en las llamadas artes visuales, creo que podríamos
establecer tres ámbitos. Los artistas plásticos que desarrollan una
actividad ligada a los lenguajes tradicionales (pintura , escultura...) y
fabrican obras que se compran y venden y cumplen una función
comunicativa y estética en nuestros entornos públicos y privados
(alimentan un mercado del arte relativamente estable). Los artistas
visuales que trabajan con nuevas tecnologías que han sido
bendecidas por las instituciones y que están ahora intentando
normalizar una oferta y demanda siguiendo los parámetros del
mercado clásico de las galerías (y arrastran por ello enormes
contradicciones respecto a la idea del original y la copia, así como de
la capacidad periclitatoria de sus soportes). Finalmente los artistas
que trabajan sobre comportamientos, sobre interrelaciones sociales,
creando procesos que desarrollan ideas mas o menos próximas a la
sociología y la antropología, y que algunos sectores definen
directamente como activismo social (este tipo depende de
instituciones fuertes y no tiene posibilidades materiales de
incorporarse en el mercado, sino es por sus huellas documentales:
catálogos, libros, videos).
Que estas practicas se afilien a credos conceptuales,
abstractos, figurativos, realistas, populares o elitistas, no es relevante
en términos de su visualización y si en términos de su mas o menos
aceptación social.
Lo que une a todos (a su mayoría) es su voluntad de
denominarse artistas, nada de pintores, ceramistas, o "artesanos"
(eso ya es claramente aceptado como un casi insulto).
Un excompanyero y magnifico escultor (desgraciadamente
fallecido) Ramón Guillem Balmes tenia acuñado, con su impagable
humor, el concepto de "autista plástico". La ironía se explica sola. Y
es curioso que tenga validez ahora que somos hijos de Duchamp y
Beuys, justo cuando ambos huyeron del autismo, uno abandonando
la practica artística por una modesta afición al ajedrez, y el otro
reivindicando la acción política.
¿Por que entonces este autismo?
Por que la otra salida es hacer un arte implicado con la realidad
desde el oficio que uno ha escogido. Y eso significa replantear el
aprendizaje, replantear la función y el sentido de las diferentes
disciplinas artísticas con una metodología sistémica. Entender la
función de puente con la realidad, de laboratorio de experimentación
de nuevos protocolos comunicativos, de vehiculador de nuevos
consensos sobre nuestra constitución social, de territorio de la
experiencia estética en lo que tiene de mas transformador. Y
paralelamente revisar en que red de intereses económicos y en que
función de válvula de escape del sistema especulador el arte esta
implicado: no se puede mantener una posición angelical diciendo que
el arte no tiene que ver con el mercado y que son realidades
paralelas en las que, evidentemente, el artista no tiene ninguna
responsabilidad (otra vez la cantinela del artista que murió sin vender
una sola pintura...).
De aquí mi propuesta que busca provocar debate (y le
reconozco unas dosis de caricaturización y demagogia) proponiendo
una advertencia sobre el flaco protagonismo del artista en la actual
coyuntura tan llena de contradicciones y crisis.
Y nuestra aportación ha de ser replantear globalmente la
función del arte y de los llamados artistas, no con acciones
individuales sino con una estrategia a largo plazo orientada por una
visión global sobre qué sociedad y qué mundo sostenible queremos.
Revisar el papel de las instituciones, reivindicar el artista como
trabajador, como artesano con un trabajo que ha de tener una
valoración económica equilibrada, desmitificar el "artista" y reivindicar
las obras por sus efectos y su función, proletarizar versus
aristocracia intelectual... y de paso evitar a nuestros amigos
cocineros (Ferran Adrià a la Documenta), arquitectos, diseñadores,
artesanos, que no sigan el camino mistificador del "artista".
Jesús-Angel Prieto, en Ciutadella de Menorca, verano del 2006

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